domingo, enero 21, 2007

"UN ENEMIGO DEL PUEBLO" y "UN DRAMA DE CALDERÓN" las dos caras de un mismo grupo.

Hace una friolera de años yo ya me empezaba a aficionar a esto del teatro cuando asistí a una representación de un grupo local llamado Atrote Teatro. La obra: “Agnus Dei”. Esta representación supuso para mí una doble revelación, primero por que me demostró que había teatro en Elche más allá de La Carátula y segundo por que fue capaz de emocionar a todo un auditorio con apenas tres actrices en un escenario casi vacío y en penumbra. Hoy día esto puede parecer una obviedad pero en aquel entonces para mí, el teatro era todavía un complejo mecanismo de escenografía realista, vestuario llamativo, luces deslumbrantes y muchos actores, y en cuanto a los grupos de teatro locales (medianamente serios, se sobre entiende), estos brillaban por su ausencia.
Después, como espectadora, siempre intenté seguir sus trabajos aunque desgraciadamente tuve que comprobar que el mayor inconveniente de esta formación era su escasa regularidad en el trabajo pues tuve que esperar un buen puñado de años antes de que reaparecieran con su “George Dandin”, para mí el mejor Moliére que he visto en el Gran Teatro en muchos años.

Bajo el ampuloso nombre de La Cía. Clásica de Comedias parece esconderse una evolución del grupo anteriormente citado (según reza su página web) y a priori la primera diferencia que observo es su mayor fecundidad, no en vano estrenan dos montajes en apenas seis meses. Así pues, eran muchas las ganas que le tenía a esta adaptación de “Un Enemigo del Pueblo” del escritor noruego Henrik Ibsen. El argumento es fascinante: El médico de una pequeña población que vive a espensas de un balneario advierte que las aguas de este están contaminadas y, fiel a sus principios, decide poner en conocimiento del problema a las fuerzas fácticas del pueblo. A partir de ahí toda una conspiración para acallar al buen doctor por parte del alcalde, (hermano del protagonista para más inri y responsable de la mala construcción del balneario) de la prensa local y de los empresarios que ven como peligra su principal fuente de ingresos. Pronto ese médico querido y respetado por todos, se convertirá en la persona más odiada de la ciudad.

No es frecuente ver una obra en la que se critique abiertamente a la democracia como el gobierno de unos imbéciles, en la que se llama a los espectadores borregos, a los políticos ineptos y a los periodistas vendidos. Así, sin tapujos. Una sale de una obra de estas características, con aire renovado pero también con una temible desazón. La inquietud de saber que casos como el que aquí se nos cuenta suceden todos los días, que los políticos implicados en tramas urbanísticas campan a su anchas (no creo que debamos mirar muy lejos para comprobarlo), con la connivencia de empresarios, la manipulación de los medios de comunicación y, lo que es peor, el mutismo de todos nosotros, los ciudadanos, que asistimos a este espectáculo con la misma indiferencia a la que acudimos a ver una obra de teatro.

Temática aparte, si algo hay que destacar de este montaje es el mágnífico trio protagonista formado por Joan Fabrellas, Ester Poveda y el propio Antonio Chinchilla. Estos actores nos proporcionan momentos interpretativos de muchos kilates que rara vez tenemos la oportunidad de presenciar en un montaje ilicitano.
Joan Fabrellas es uno de los actores más solventes de nuestra escena. Le he visto en un par de trabajos con la Cía. valenciana La Tarumba y siempre me pareció un intérprete tremendamente eficaz. Gente más vieja que yo (que todavía los hay, jaja…) todavía recuerdan que el “Esperando a Godot” de La Carátula ofrecía un duelo de actores Garzón-Fabrellas maravilloso. Aquí se siente como pez en el agua en el papel del interesado alcalde, capaz de dejar vendido a su propio hermano. Su composición es limpia, sin fisuras, saboreando cada oportunidad de lucimiento que le ofrece su goloso papel.
Ester Poveda interpreta a la esposa del doctor. Ester me parece de esas actrices capaz de sacar oro de donde otras menos capaces no encontrarian nada. Lo que sobre el papel podría ser un personaje-florero, ella sabe sacarle máximo partido, logrando un personaje complejo que va cambiando a lo largo de la trama a medida que intuye que se está cometiendo una injusticia con su marido. Y esa evolución la logra sin brusquedad, con una gran naturalidad y logrando una buena química con Chinchilla, que interpreta a su esposo, el doctor Stockmann.
Antonio Chinchilla no parece prodigarse mucho como actor. Y es una lástima por que logra una composición muy sutil como el atriburado doctor. Lejos de mostrarnos un personaje de “La Casa de la Pradera”, Chinchilla opta por una visión del doctor llena de claroscuros. No es ese personaje blanco, de una pieza, como acostumbran a presentarnos a nuestros heroes, no. A este doctor le vemos dudar sobre lo que debe hacer, le pierde su impulsividad y en ocasiones incluso cierta vanidad intelectual. Y todo esto lo logra con una gran economia de medios, sin aspavientos, dosificando sabiamente los contados momentos de violencia que ofrece el personaje.
El resto del reparto cumple su cometido con mayor o menor eficacia y se muestra en general como un elenco bastante sólido.

En cuanto a la dirección escénica es como poco valiente, con un escenario casi vacío, sólo dominado por un suelo ajedrezado (que únicamente podíamos apreciar los espectadores que estábamos de mitad del patio para atrás, y ahí radica uno de los “handicaps” de este montaje) y un enorme espejo/ventanal. Renuncia así prácticamente a cualquier efecto dramático que pueda eclipsar a los intérpretes. Pero, al contrario que en otros montajes antes criticados, no parece hacerlo por desconocimiento o descuido, si no como opción estética. No es dificil apreciar, así, si se es un espectador medianamente observador como la iluminación es matizada en color e intensidad en momentos de mayor dramatismo. Y es justo en la última escena de la obra cuando vemos los únicos efectos dramáticos evidentes (una delicada pieza de piano, única melodia en toda la obra si exceptuamos las transiciones entre escenas, y un rayo de sol atravesando los vidrios rotos del ventanal) mientras el buen doctor hace su declaración de intenciones, todo un discurso anarquista que invita a la sublevación indiviual: “El hombre más poderoso del mundo es el que está más solo”. Y Chinchilla, como su personaje, parece jugársela a una sóla carta y confiar únicamente en el texto y los actores para sacar adelante la propuesta. Y a fe que lo consigue… pero sólo a ratos.

Y es que el montaje también se resiente de ciertas carencias que podrían resumirse en el hecho de que su director esté en el escenario y no fuera controlando todos los elementos de este espectáculo.
Según me han soplado, via e-mail, algunos que han trabajado con él, Chinchilla parece estar en sus trabajos muy encima de su actores, presionándoles y no dejando que bajen la guardia nunca. Evidentemente esto no ha podido ser así en este montaje al menos que tenga el divino don de la bilocación. Aquí Chinchilla parece haber gastado sus energias en la creación de su personaje (algo, por otro lado comprensible dado su complejidad) pero le ha quedado poco espacio para inculcar la debida presión en algunos momentos del relato.Y de este modo el espectáculo se resiente alternando instantes de gran intensidad con otros cuyo ritmo acusa la falta de rodaje. Esto se hace especialmente evidente en aquellos actores menos experimentados que acusan mayormente esa necesidad de tener un director encima suyo presionándoles. Esa falta de visión exterior se hace especialmente evidente en la escena del mitin, donde se rompe con la cuarta pared y los actores se dirigen directamente a los espectadores. Un recurso que a priori podría estar bien, produce, no obstante un efecto contrario al acercamiento debido a que no se juega esta baza desde el principio, algo que, obviamente, el director no puede apreciar “in situ” si está en escena. Y aunque estas carencias no llegan a convertirse en un mal crónico, si que sale una con la sensación de que no es un espectáculo tan redondo como otros de la formación aunque con la satisfacción de que, por una vez, alguien te ha querido contar algo, hacerte reflexionar sobre nuestra pasividad ante las injusticias o los abusos que el poder ejerce sobre nosotros en las cosas más cotidianas; y con la firme resolución de querer ser un poco Doctor Stockmann en la primera ocasión que alguien quiera pasar por encima de mis derechos de ciudadana libre. Sólo por eso ya merecería la pena ver a este "enemigo del pueblo".
("Un Enemigo del Pueblo" se representó en el Gran Teatro de Elche el 10 de Junio de 2006)

“Un Drama de Calderón” es el segundo montaje que representa la Cía. Clásica de Comedias en el Gran Teatro en apenas seis meses aunque en realidad este que ahora nos ocupa se estrenó antes que “Un Enemigo del Pueblo”.
No voy a a detenerme mucho en este montaje que, obviamente es un producto menor y más comercial que el anterior. Aunque Muñoz Seca no es precisamente un autor que me parezca interesante, desde luego aquí su texto he de reconocer que tiene su gracia e incluso momentos de gran ingenio servido además con gran eficacia.
Chinchilla no será precisamente un renovador de la escena pero conoce su oficio como pocos. No suele inventar nada especialmente innovador, pero a cambio sus puestas en escena me parecen claras, límpias, siempre las ejecuta de la manera más lógica posible, sin excentricidades, moviendo a los actores con gran oficio.
Y es que aquí sí que se nota la mano de un director que mete presión, ritmo, intensidad a sus actores. Esto se hace evidente cuando incluso a aquellos que interpretan personajes meramente circunstaciales, como Mónica Adán y Gaspar Torres se les ve muy metidos en escena, aprovechando sus escasos momentos de lucimiento y conscientes de que sus desagradecidos papeles (son los personajes más serios de la obra) se verán recompensados con que la gente no hable de ellos (ni bien ni mal).
Detrás una clásica pareja de la tradición teatral española: los criados-graciosos. Aquí interpretados por Ester Poveda y Antonio R. Berbell. De la primera no quiero volver a extenderme. Es dificil encontrar una actriz que se encuentre tan a gusto tanto en drama como en comedia. Aquí está deliciosa en su papel de sirvienta, realizando un trabajo que nos remite inconfundiblemetne a la llorada Gracita Morales, la “chacha” por antonomasia. En cuanto a Antonio R. Berbell del que tuve ya ocasión de hablar en el montaje de “Uno, dos y tres maletas” (vease crítica de fecha..) vuelve a demostrar su gran vis cómica aquí mucho más “amarrado” (válgame la metáfora ya que pasa gran parte de la acción atado a una silla) que en su anterior papel sin por ello restar eficacia a su actuación.
Por último la pareja protagonista, donde destaca el gran trabajo de Inma Martínez como la excéntrica protagonista por encima de un Vicente Soto muy eficaz en sus chascarrillos cómicos aunque poco sutil a la hora de desarrollar su discurso.
Todos ellos comparten la escena con generosidad, conscientes de que cada uno va a tener su momento de gloria y, por tanto, respetando el de sus compañeros.
Así, pues, trabajo este menor, intrascendente, pero que deja buen sabor de boca merced a sus humildes pretensiones; digamos que (y aquí me permito volver a servirme de una metáfora) ofrece un vino de la casa eficaz para acompañar la cena y cumple con solvencia y oficio. Algo mucho más preferible que otras supuestas comedias modernas y sofisticadas que ofrecen un fino “bouquet” cuando no son más que garrafón que nos dejará después una fuerte resaca.
("Un Drama de Calderón" se representó en el Gran Teatro el 12 de Enero de 2007)

7 comentarios:

Shitenno dijo...

la primera como sigue siendo habitual me la perdi. Pero la segunda si que llegue a ver su estreno cuando al parecer aun estaba un poco verde.

Me alegra comprobar que las pequeñas (y recalco pequeñas) fisuras que vi se solucionaron.

Mis felicitaciones a Chinchilla y al señor Berbell.

Anónimo dijo...

Bueno, ha sido más suave de lo que esperaba xD gracias por tu crítica, y espero poder mejorar mucho más para la próxima. Soy la poco experimentada de las obras. En verdad no tengo apenas experiencia, pero tengo que decir que he aprendido muchísimo de esta gente (y no sólo de interpretación). Sólo queda trabajar duro para la próxima

Saludos! ^^

Lengua Bífida dijo...

Gracias a ti, eysellt, por tu comentario. No es cuestión de ser especialmente dura con nadie que esté empezando en esto. Simplemente me limito a decir lo que pienso que les falta a las obras. Hay algunas como la vuestra o "Magnolias..." que les falta esos detalles para ser redondas. A otras, sencillamente, no hay por donde cogerlas...
Un saludo y espero que sigas visitandome por aquí.

Anónimo dijo...

Jejeje Me ha hesho grasia eso d'amarrao! Igual que Mónica, pienso que has sido algo benevolente con nosotros; pero bueno, no me voy a quejar! En cuanto a lo del enemigo del pueblo, creo que el problema del desnivel actoral se pudo superar -en gran medida- en la actuación que tuvimos en Aspe (si no me equivoco) Pero si que es verdad que se nota las tablas de los tres figuras xD

Jesuuú! Qué ya no sargo en más obras que vaya a comentá! Joeeer, que ya era hora jojo

-END OF TRANSMISSION-

Jose Luis dijo...

Como ya te dije, acepto tus críticas y estoy bastante de acuerdo con ellas, pero como te dije, si hiciesemos espectáculos redondos, seríamos profesionales :)

Por cierto, tus predicciones empiezan a cumplirse y Elena/Clairee ha ganado el premio a la mejor actriz de reparto en Elda...

Anónimo dijo...

Que es lo próximo que vas a criticar, ¿por qué no has anunciado nuevas críticas?

Lengua Bífida dijo...

Buff!! No sé. De teatro local he visto este año pasado poco más. Si acaso "Pavana de amor y muerte" que en realidad es una reposición y "¿Acaso no matan a los caballos?" del grupo Oscar Martin pero a cuyo director ya le acabo de hacer dos críticas... De lo demás que he visto en 2006 (Pavana, Joglars, etc...) ya es más fácil encontrar críticas en la prensa así que como ya me he puesto al día, me reservo para lo próximo que vea de algún grupo ilicitano, quizá la Cía. Ferroviaria...