miércoles, febrero 21, 2007

"EL CÍRCULO DE TIZA CAUCASIANO", un cuento chino de Brecht.

La Cía. Ferroviaria de Teatro, lleva ya una larga andadura por los escenarios apostando siempre por la investigación de nuevos lenguajes escénicos. No en vano su director, Paco Maciá, viene del campo de la danza y su pasada relación con la Escuela de Arte Dramático de Murcia (ESAD) a hecho que la actividad de esta compañía esté intimamente ligada tanto a la capital murciana como a Elche, de donde es natural Maciá.

Bertold Brecht (1898-1956), es un poeta y autor de teatro alemán y una de las personalidades que más han influido en la teoría y la práctica del teatro moderno. Para quien no lo sepa, decir que es el autor de obras tan reconocidas como Madre Coraje, Santa Juana de los Mataderos, La Ópera de Tres peniques (que recientemente también tendremos la oportunidad de ver en Elche) y El Círculo de Tiza que hoy nos ocupa.
Personalmente, Brecht siempre me ha parecido un auténtico ladrillo y su mayor aportación teatral, (el distanciamiento actoral frente a los parámetros naturalistas de Stanislawski) para mí no han sido sino una manera de, efectivamente, distanciar al espectador con la peor de las emociones que nos puede invadir en un patio de butacas: el aburrimiento.
Cualquier especialista teatral seguramente me tachará de frívola y de simplicar hasta la mínima expresión el arte de este autor (Si José Luís Gómez me oyera me envíaría al paredón de inmediato, seguro); y quizá tuviera razón. Es posible que mi experiencia (mala) con Brecht se deba más a las compañías que han tomado a Brecht demasiado literalmente y han producido, intento tras intento, montajes abigarrados, lentos, aburridos, con estéticas que buscan conscientemente ese feismo propio de la Europa del Este…
Ferroviaria parece seguir esa misma tradición. Así volvemos a ver un trabajo gris, sobrio, con personajes caricaturizados, con una estética, como digo, fea, sucia… No sé, quizá no haya otra manera de montar a Brecht; quizá sin esa gama de azules y grises, de maquillajes recargados, con esa falta de énfasis en el texto no sea posible adaptar al escenario al viejo maestro alemán.
Por eso, sinceramente, me he visto perdida a la hora de analizar este montaje. A mí me hubiera gustado ver algo distinto, no sé, un Brecht que no fuera Brecht o, por lo menos, que no lo pareciera. Pero claro, soy consciente de que estoy pidiendo algo así como ir a ver una película de Almodovar y que no parezca Almodovar, una comedia de Woody Allen que no sea de Woody Allen, un imposible, vamos.
Paco Maciá e Isabel Úbeda han sido milimétrica y asépticamente fieles a Brecht, sin traicionarlo pero a la vez (y eso habla en su favor) sin hacer especial énfasis en esa estética harto vista. Así, logra un espectáculo que agradará seguro a los “brechtianos” y que no irrita demasiado a los que no gustamos del alemán.
En este “Círculo” los carteles narrativos tan del gusto de Brecht son sustituidos por unos narradores asexuados que nos cantan en directo las aventuras de Grushe, una fregachina humilde y algo simple que, sin comerlo ni beberlo, se encuentra huyendo de un golpe de estado con el legítimo heredero del régimen derrocado en sus brazos. La obra transcurre por las diversas andanzas de nuestra protagonista, capaz de renunciar incluso al amor con tal de cumplir su deber de “madre” de la criatura. A mitad de función la trama da un giro brusco (que quizá debiera haber sido suavizado desde la propia puesta en escena o dese la dramatúrgia ya que provoca unos minutos de cierta desorientación) y nos encontramos observando las andanzas de un borrachín anarquista llamado Azdak que, por ironías del destino, se ve elevado al poder por las tropas golpistas como Juez Supremo. El desenlace de la historia unirá a estos dos protagonistas en un final que nos remite al histórico juicio de Salomón.
En el aspecto positivo destacar el excelente trabajo interpretativo de todos sus componentes, especialmente de Nuria Malvado como Grushe, a la que sabe dotarla de esa humanidad que requería el personaje desafiando así el generalizado tono frío del montaje, y a Eloísa Martínez Azorín como la malvada Natela Abashvili, madre natural del niño, entre otros personajes que interpreta.
El convertir a los narradores en cantantes es, en principio un acierto, convirtiendo el espectáculo en un pseudo-musical, con músicos en directo sobre el escenario. El problema es que las canciones son demasiado repetivas, previsibles, unido a que sus intérpretes son actores pero no cantantes profesionales capaces de darle mayor entidad a las melodías, con lo cual lo que podía haber sido un recurso simpático para hacernos más digerible el espectáculo llega a cansar por reiterativo.
Pero el verdadero “handicap” del montaje creo que estriba en la puesta en escena. Parece que Maciá no se halla tan a gusto trabajando la direción escénica como lo ha hecho con el, ya digo, estupendo trabajo corporal de sus actores y así este cuento (que al fin y al cabo se trata de eso, un cuento adaptado de la tradición oriental) queda demasiado desangelado, escaso de emoción, de garra... Y es que aunque se busque ese distanciamiento desde la propia manera de narrar no se puede disculpar ese mismo desentendimiento y frialdad en la puesta en escena. Hubiera deseado ver mayor ingenio a la hora de resolver ciertos momentos, bien desde la propuesta escenográfica (que horrible esa pared oscura condicionando toda la obra), bien con el empleo de la iluminación, bien con un intento más eficaz de decodificar ciertos elementos teatrales… Algunas soluciones expresivas (como la escena en la que la protagonista tiene que pasar un puente colgante o la del juicio final) se me antojan resueltas de una manera excesivamente pobre cuando no ya abiertamente torpe combinando, sin embargo, con otras escenas resueltas con más garra y originalidad (como todo el momento relacionado con la boda por conveniencia de Grushe). Esto provoca la sensación de que no se ha sabido a qué carta jugar y se ha hecho un "popurri" de propuestas sin querer llegar a todas las consecuencias con ninguna de ellas.

Así pues, como ya digo, un espectáculo agradable, que gustará a muchos e irritará a otros, realizado con profesonalidad, con oficio, pero al que se le echa en falta una pizca más de ingenio para que nos provocara en otros espectadores (entre los que me incluyo) algo más que ese “efecto distanciamiento” tan del gusto de Brecht.


“El Cículo de Tiza caucasino” fue representado por la Cía. Ferroviaria de Teatro el pasado 17 de Febrero en el Gran Teatro de Elche.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo algunos de los que criticais y llamais fascistas por el hecho de que no opinan como vosotros en ese foro gueto os pregunto¿cuantos teatros habeis llenado?¿en qué habeis destacado?¿qué sabeis de teatro musical?¿cómo sabeis de música y opinais de esta obra si no sabeis de lo que hablais?yo acabo de llegar.Creo que no tiene nada que ver con esta lengua bifida la malcarada silvia Montesinos.Bastante tiene con amargar a la gente en la escuela de arte dramatico de murcia.Sé quien eres,lengua bifida.Preparo mi blog,preparo mi articulo.Perteneces a la plataforma de teatro amateur de elche.Claro,no ibas a ser ninguno de los que destacan en el teatro de elche a nivel nacional,que hay muchos mas que los que triunfan en otros lugares segun tu y tus SECUACES.Mi nombre.Llamadme jose luis¿vale?